Como el pesimismo que arroja una novela de ciencia ficción futurista, ante un porvenir desangelado. Así nos sentimos muchos, en una España que hoy más que nunca, involuciona a pasos agigantados. La impotencia nos corroe, y la asfixia se va incorporando a cada uno de los ámbitos de nuestra vida cotidiana abanderada con el nombre de recortes. El surrealismo de la situación muchas veces nos deja en un mutis anonadado. Para cuando la digestión de tanta injusticia nos lo permite, y logramos alzar la voz con indignación y rabia, nos callan. Y hay muchas maneras de hacerlo. Nos ignoran. Nos invisibilizan. Nos maltratan, a porrazo y pelotazo limpio, sin motivo humanamente comprensible.
Y apelar a la justicia poco a poco queda relegado a los pudientes.
Se sentía más realista que nunca. A estas alturas, cierta ponzoña corría por sus venas, esa que envenena los buenos sentimientos con rencor, rabia y misantropía. Era la dosis perfecta de realidad desencantada en su mundo de pájaros y mariposas. Había visto, oído y vivido tanto en tan poco tiempo, que destilaba puro agnosticismo del infierno de la vida humana por los cuatro costados. Filantropía manifiesta. Misantropía real. La hipocresía, esa característica tan puramente humana, tan teatrera y en ocasiones cobarde, la había contagiado a ella también. Y ella no se resistía al cambio. Se decía que la honestidad es un preciado bien para quien bien lo merece.
Ciertos apologistas de esa cualidad se le descubrieron como sumum del cinismo algún tiempo atrás, como ya hubieran hecho otros personajes encubriendo personas en cada uno de los rincones de la tierra, como tantos otros que le quedaban por conocer. Algunos, de tinte maquiavélico y tóxico, practicaban deportivamente el cinismo. Podían llegar a ser realmente peligrosos si al cóctel se le añadía una prudencial dosis de ingenuidad e inocencia por la otra parte. Eran ese tipo de personas sobre cuyos nichos se monta un tablao flamenco. Otros, de cariz imbécil, pecaban de tales carencias en su desarrollo cognitivo y/o emocional, que sin querer, y en un derroche de cobardía, se daban al cinismo como aparente sencilla solución a sus conflictos, a modo de avestruces con la cabeza bajo tierra sintiéndose desaparecer.
Sea como fuere, las consecuencias de ambos eran bastante parecidas, casi siempre nefastas: una disminución exponencial del nivel de inocencia en la especie humana. Sí, exponencial, pues el contagio de cinismo podía adquirir tasas cercanas a la pandemia.
Afortunadamente, ante esta calamidad de mundo infecto, todavía quedaba gente bien merecedora de honestidad, escasos especímenes ocultos en los rincones más insospechados, que daban luz a una existencia oscura.
Y ella, dejando atrás el dolor, ya no se sentía ni sola ni marciana.
Mujeres, si queréis tener hijos ataos a la pata de la cama y renunciad a vuestra vida laboral. Hombres, vosotros ataos a la pata de la mesa del jefe y renunciad a vuestra vida familiar.
La involución continúa. Dentro de nada chillaremos como monos.
En estos difíciles, oscuros, deshumanizados tiempos, ¿qué significa ser mujer? ¿A cuántos valores tradicionales se aferrará la demagogia para volver a atarnos a la pata de la cama, mientras "los hombres resuelven la dichosa crisis"? ¿Cuántos sacrificios de libertad nos exigirán en pro de lo que "se considera más importante"? ¿Por qué seguimos siendo accesorias, lo otro, la alteridad, cuando sumamos más de la mitad de la población mundial? ¿Por qué se nos sigue considerando un derroche, un rizar el rizo, una queja por demás?
NO MÁS DESFALCOS CONTRA LA LIBERTAD Y LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES.
Casting Tres (Jorge Naranjo, 2011) Emocionante, certero y sentido cortometraje que, sin florituras, deja constancia y sabor de mujeres invisibles, infravaloradas y cosificadas, pero eso sí, con dignidad y voz.
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Mi opción personal es mantener vivos los pájaros de mi cabeza y no pisar continuamente el suelo, imaginar que todo puede llegar a ser mejor e intentarlo aunque fracase en la batalla.
Posiblemente así me garantice una insatisfacción crónica, pero sin inquietudes no hay ni movimiento, ni acción, ni avance, y para producir algo bonito primero hay que hacer el esfuerzo de imaginarlo.
¿Qué mundo queremos?