Mañana no tan fría pero lluviosa sin descanso. Suena el despertador del mismo modo que un clavo podría perforar tu cerebro. Tu mente te está implorando más horas de sueño desde hace algún tiempo, pero tú, déspota dictadora, no se las consientes. Te levantas a trancas y barrancas, con un sentido del equilibrio bastante mermado, buscando ese objeto sin el cual estás perdida. Envidias a todas aquellas personas que pueden amanecer una mañana viendo absolutamente todo con nitidez. Ultimas los detalles de tu equipaje, no desayunas a conciencia, sales como siempre corriendo mientras simultáneamente resoplas y observas la velocidad de tu reloj. Metro bilbotarra: Abando, Moyúa, Indautxu, San Mamés. Autobús Bilbao-Madrid. Glomérulos de maletas, espacioso autocar, enérgico y animado conductor deseándoos buen viaje y recordándoos el obligatorio uso del cinturón de seguridad (está prohibido el suicidio indirecto).
Observas desde tu ventanilla los paisajes circundantes, y te embarga una emoción nueva, sientes estar dejando tu casa, pero ¿acaso no vas a casa? Confusa, te apercibes de que esta tierra te ha calado hondo en muy breve tiempo, no sabes qué significa, si es malo o bueno, o si puede tener consecuencias para el futuro. La belleza de sus parajes te resulta extrañamente familiar, te inspira tranquilidad y sosiego y te da buenas vibraciones.
Atraviesas España en autobús, disfrutando de un magnífico y diverso panorama, la nieve en Somosierra te despierta deslumbrada, lo inunda todo como un postre recubierto de leche condensada.
Llegas a Madrid, esplendoroso sol. Avenida de América, Metro de Madrid informa. Te sumerges en su laberíntica distribución, por supuesto para ti familiar. Línea 6 hasta Cuatro Caminos, para allí coger la 1. Te unes a la multitud de un vagón atestado, a presión, mochila, maleta, abrigo, AGOBIO. Se mueve el tren y observas, y ya no sientes nostalgia por esta gran ciudad, no consigues ver ese lado maravilloso que te cautivó durante cinco años, sólo ves amargura en las caras, líneas de expresión tensas, ganas de chillar contenidas. De repente: "¡Tin Tun Tiiin! Próxima parada: Bilbao", las comparaciones son odiosas...
Pero te merece la pena el estrés con creces, en unos pocos minutos conoces a tu primer "sobrino" aunque no en el sentido más literal de la palabra. Coges a esa pequeña personita novata en este cruel mundo, que te mira con ojos despiertos y curiosos, que te extraña y te examina, te evalúa y te genera una sonrisa de ternura automática. ¡Vaya! ¡Si no te gustaban especialmente los niños, si más bien te intimidaban! Te familiarizas con su lenguaje corporal a marchas forzadas, y se genera una bella retroalimentación. Hoy es un día emocionalmente intenso, y esa nueva vida, David, te llega al alma y te inspira amor. Y llena de estos sentimientos, y a pesar de la caravana, retomas el camino de vuelta a casa.
Eva
Ohhhh... tanta caminata para ver a un cacho de carne que no sabe hablar... xD
ResponderEliminarFelicidades, aunque más bien deberían ser para los padres ¿no?
RIKI, RETIRA ESO DE "CACHO DE CARNE QUE NO SABE HABLAR" DE INMEDIATO SI NO QUIERES QUE TE RETIRE LA PALABRA.
ResponderEliminarEl humor negro también tiene sus límites y te tragarías esas palabras si hubieses visto a David en persona, ¡se te caería la baba!