Noviembre bajo mi piel

Se va Noviembre entre nostalgia, se va la magia de mis duendes, se va el mes que resume y concentra mi existencia. Se van las lunas de Noviembre, tan luminosas en las gélidas noches abiertas, tan insinuantes cuando la niebla y el tamiz de las nubes las ocultan y a la vez realzan.

Comienzan mis treinta días entre color y dolor, apogeo de florituras en pro de la remembranza y la reunión. Definen más adelante colores insólitos por su modestia y a la vez arrojo, sin pretensiones llegan al alma. Como la metamorfosis de una larva en mariposa trastocan el mundo, la lluvia se reúne con el sol, también con el granizo y la niebla, la diversidad encuentra su templo.

Se van los bosques con ambientación mágica serpenteados por setas, con los recuerdos de una infancia en la que surcaba esos parajes mientras las hojas secas invadían mi pequeño cuerpo y me sentía como una gran exploradora conectada con la tierra.

Y regresa esa nostalgia cuando tan lejos de mis raíces me reencuentro con un buen chocolate caliente en una chocolatería digna de cuento de hadas, y con el olor y sabor de unas maravillosas castañas asadas bien calientes, que evocan los colores de Noviembre, ese Noviembre que los grandes almacenes se empeñan en extinguir para alargar lo máximo posible un consumo (pre)navideño, pero que yo me empeño en enaltecer, es mi mes, es mi Noviembre, es mi meláncolica época del año.
Eva